Red Peruana contra la Pornografía Infantil

Asociación Civil sin fines de lucro, que busca la erradicación de las redes de productores, distribuidores y consumidores de pornografía infantil en el Perú y Latinoamérica, principalmente de aquella que se ejecuta vía Internet. Asimismo, lucha contra la Trata de Personas, la Explotación Sexual Comercial Infantil y el Tráfico de niños, niñas y adolescentes, trabajando en coordinación con otras instituciones que persiguen similares fines.

viernes, abril 25, 2008

Acusado falsamente de pederastia británico al que le ursurparon los datos de su tarjeta de crédito.Desconocido compró fotos de sexo infantil

Londres - Inglaterra.- (Begoña Arce - El Periódico) A Simon Bunce le gustaba hacer compras por internet, hasta que un día de primavera, hace cuatro años, la policía de Hampshire (Reino Unido) llamó a su puerta. Los agentes le detuvieron, le interrogaron y le acusaron de pederastia por haber accedido con su tarjeta de crédito a una web de pornografía infantil. De nada sirvió que clamara por su inocencia. Su vivienda y el despacho en la empresa donde trabajaba fueron registrados. Los investigadores se llevaron ordenadores y cederrones, donde esperaban encontrar almacenadas imágenes delictivas.

El acusado sabía que la policía no encontraría nada, pero su mundo se hundió de golpe. Bunce, un ingeniero de 46 años, antiguo piloto militar, casado y padre de dos hijas, fue despedido de la compañía de informática en la que ocupaba un puesto ejecutivo. Sus padres y algunos de sus hermanos cortaron toda relación con él. Ni sus jefes ni parte de sus familiares le concedieron el beneficio de la duda. "Era una pesadilla. No podía dormir, no podía comer", ha recordado ahora. "Pasé de ganar 120.000 libras al año a 12.000". Con esos ingresos, sumido en una depresión y a la espera de ser procesado, a punto estuvo de tener que vender su casa, porque no podía pagar la hipoteca. Afortunadamente, Kim, su mujer, y sus hijas sí le creyeron. "Nunca dudaron de mí", afirma.
Las gestiones policiales eran lentas y Bunce no podía esperar de brazos cruzados. Comenzó a investigar por su cuenta y descubrió que alguien había robado los datos de la tarjeta de crédito con la que desde principios de 1999 hacía las compras por internet en uno de los grandes supermercados.

Al otro lado del mundo

Esos datos, sin que él lo supiera, habían sido vendidos al otro lado del mundo. Desde Yakarta, un pederasta que en la red se hacía llamar Miranda los empleó en mayo de aquel mismo año para acceder a un portal con porno infantil de EEUU, al que se había suscrito. Un lustro más tarde, cuando el FBI y las policías de varios países lanzaron la gigantesca Operación Ore, su nombre, con el de miles de británicos más, salió entre los transgresores.
Bunce pudo finalmente probar que la tarjeta había sido utilizada en el infame portal en el mismo momento en el que él hacía uso de ella en un restaurante de Londres. "No podía creer que todo aquello ocurriera solo por hacer las compras en internet", señala.
El robo de identidad para obtener dinero, mercancías o, como en el caso de Bunce, servicios comprometedores va en aumento. Una reciente investigación muestra que uno de cada cuatro británicos ha sufrido las consecuencias de este tipo de fraude. Solo el pasado año hubo 185.000 casos, lo que supone un incremento del 8% con respecto al 2006. Para algunas víctimas las consecuencias son devastadoras. "Ha habido 39 suicidios de gente acusada como yo y que no ha sido capaz de aguantar", afirma Bunce.
En su caso, después de seis meses, la policía le informó de que no le había hallado pornografía alguna y admitió que no había sido él quien utilizó la tarjeta de crédito. Sin cargos ya, empezó a reconstruir su vida, algo que le ha resultado extremadamente difícil.
Tardó seis meses en encontrar un nuevo empleo, en el que gana el 25% del sueldo que tenía antes. Con la familia no ha logrado reconciliarse: "Mi padre no puede admitir que se cometió un error y mi hermana sigue teniendo sospechas, a pesar del montón de pruebas". Sus hábitos de consumo han cambiado. De las compras en internet no quiere volver a oír hablar. Ahora prefiere pasarse por el banco, retirar dinero y pagar en metálico en lugar de utilizar tarjetas de crédito. "Las he destruido todas", dice.
El último capítulo tendrá lugar en el Tribunal Supremo, donde ha presentado una demanda contra la cadena de alimentación que no supo proteger sus datos.

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