Red Peruana contra la Pornografía Infantil

Asociación Civil sin fines de lucro, que busca la erradicación de las redes de productores, distribuidores y consumidores de pornografía infantil en el Perú y Latinoamérica, principalmente de aquella que se ejecuta vía Internet. Asimismo, lucha contra la Trata de Personas, la Explotación Sexual Comercial Infantil y el Tráfico de niños, niñas y adolescentes, trabajando en coordinación con otras instituciones que persiguen similares fines.

lunes, febrero 18, 2008

La triste historia de Luz, una niña de sólo 12 años, esclavizada y violada sexualmente

Argentina.- (Escribe: Rolando Barbano ) Sus padres la entregaron a una pareja en un pueblo boliviano, para que supuestamente trabajara de niñera en la ciudad de Buenos Aires en Argentina. Pero aquí la encerraron y la obligaron a trabajar en un taller textil clandestino y la redujeron a la servidumbre.
Hundida en el asiento del micro, Luz estaba tan quietita que invitaba a creer que se había olvidado de hacer fuerza para respirar. Su pelo era sangre seca y lo mismo podía decirse de su blusa y de sus pies, apenas protegidos del invierno por un par de chinelas raídas. Su falda se hubiera presentado igual, de no ser porque apenas se trataba de un trapo recién anudado a su cintura. Lo más lastimoso en ella eran, sin embargo, las trece cicatrices infectadas que cruzaban su rostro.
La primera en reparar en su figura discreta fue Julia Cruz, la pasajera que le tocó de acompañante en el micro que la devolvía a Bolivia desde Buenos Aires. A la mujer le costó darse cuenta de que Luz ya tenía 12 años, pero más esfuerzo le demandó arrancarle una palabra. Tuvo que interrogarla en quechua para poder escuchar de sus labios una increíble historia de esclavitud moderna.
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Su historia
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Acurrucada, Luz -este no es su verdadero nombre- empezó por recordar aquella tarde de febrero de 2006 en la una vecina les ofreció a sus padres un trabajo para ella en la Argentina: emplearse como niñera con su hija, Margarita Aguirre Almendras (33), a cambio de 50 dólares al mes.
Los padres de Luz vivían entonces en Tipaka, una más que pobre comunidad a 8 kilómetros de Sucre (Bolivia), y tenían demasiados hijos como para asegurarles un plato de comida al día. Así, el 4 de febrero de 2006 -recordó Luz ante Julia y otros pasajeros del micro-, la entregaron a Margarita, una mujer de falso pelo rubio y un lunar inolvidable en la cara. Un documento apócrifo bastó para llegar a Buenos Aires.
El 8 de febrero, Luz llegó a su nuevo hogar: una casa de madera del barrio Olimpo, partido de Esteban Echeverría. Allí se acomodaban el esposo de Margarita, el también boliviano Juan Barriga Partes (29), su hijo, su sobrino y una pareja. Vivían de un taller textil clandestino ubicado al lado.
De inmediato, Luz empezó su vida nueva. A las 6 de la mañana la despertaron para que limpiara y cocinara. Después la metieron en el taller de costura a limpiar y doblar prendas hasta las dos de la madrugada.
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Nada de niñera
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La rutina -siguió su relato Luz ante los pasajeros- se cumplió día a día hasta junio. Pero una madrugada de domingo, el sol no salió. "Yo estaba durmiendo en el piso del taller. Estaba oscuro, porque eran las 4. Y ahí vino Juan", contó. "Se acercó y me dijo: '¿Quieres estar conmigo?'. Yo muy asustada le contesté que no. El me dijo: 'Te voy a dar mucha plata. Y si no, no te voy a mandar a Bolivia'. Y me bajó mi buzo".
Luz seguía soltando todo, ya sin frenos. "Se subió sobre mí y comenzó a moverse. Me dolía mucho. Después se fue. Prendí la luz y vi que me salía mucha sangre. Me limpié con unos retazos y me volví a echar, porque no podía caminar", recordó.
Así de aturdida estaba cuando apareció Margarita. Juan acababa de decirle que Luz no estaba haciendo nada y la mujer reaccionó: le tiró del pelo y la arrojó al piso.
La violencia siguió toda la semana, pero luego empeoró. "Ya sé qué has hecho con mi marido", le anunció de golpe Margarita a la nena. Y empezó a pegarle con un palo de escoba hasta que el palo dijo basta y se rompió.
"Ya no hubo un solo día en que me dejara de pegar", explicó Luz a los pasajeros. "Decía que quería que me muera. Todos pero todos los días me pegaba 4 ó 5 veces".
Las 24 horas las pasaba encerrada, sin salir ni comer. Unas veces Margarita le punzaba la cabeza con una tijera y otras, con un cuchillo. Le cortaba el pelo o se lo arrancaba. Uno de esos días, encontró una botella de cerveza rota y se la pasó por la cara hasta que la herida se hizo grande. Doce horas más tarde, se dio cuenta de que además era grave.
Su violador fue quien la llevó al hospital Santamarina, donde la obligó a decir que la habían asaltado en la calle. La herida medía 10 centímetros y llegaba al músculo, según el libro de guardia.
"Al volver del hospital, pusieron la televisión fuerte. Me pegaron y me quemaron mi ropa y todas mis cosas", contó Luz en el ómnibus. "Después ya no trabajaba, me pegaban nomás".
A fin de julio, la presión de los empleados del taller obligó a Margarita a liberarla. Antes de meterla en el micro a Bolivia, la mujer amenazó tirarla al riachuelo. Y no le pagó nada, claro.
Ahí estaba ahora Luz. Al llegar a Bolivia, la pasajera Julia Cruz la llevó a la Policía, donde repitió el relato que aquí se transcribe. Se inició una causa judicial y el Procurador boliviano contactó al argentino. El caso recayó aquí en la fiscal federal de Lomas de Zamora, Elizabeth López.
Tras más de un año, el 31 de diciembre último Gendarmería detuvo a Juan Barriga Partes tras allanar el taller. Margarita cayó en Bolivia, mientras que un empleado quedó prófugo. Luz, en tanto, pasó seis meses bajo asistencia y hoy está con su familia. Los psicólogos dictaminaron: "Se siente comprometida a dar respuesta económica a su familia. El pronóstico es reservado".
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